jueves, 12 de agosto de 2010

Hay poemas que como se escriben deben salir. Sin correcciones, sin errores tal vez

Por eso la noche es un sorbo de nadie,


un viento alcanforado en un cielo pleniluno,

alcobas de bosque hechas al silencio.

Una estrella se desliza a jugar a no ver las luciérnagas.

La carretera ofrece sus líneas pantomímicas

como deseando el regreso,

como si un camino no estuviese confinado por los mares

o el vientre.



Noche soledades,

edad del sol.

Camino de Santiago y los pasos se derriten en los ríos,

como hombres que se dirigen a su estatua.

Un germen primitivo cae en el pasado

y la edad del sol calienta la primera hoguera

y clarifica el primer fuego

para que la noche interprete su nota alta.



A sueltas por el cabello entrerojizo

una mano petrificada entre la lava.

A lo lejos la mamá del llanto teje una ropa para el invierno

y la lluvia se convierte en ríos de lenta ingesta

que en su cauce llevan a morir al mar

las imágenes del bosque.

Nace una cadera desnuda

y uno comprende que el tiempo es una metáfora para la vida,

que después de tanto cielo

sólo es mejor la pirotecnia.

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