domingo, 15 de diciembre de 2013


Es bonito escuchar a dios hablando en música.
Es como escuchar el sonido del sabor de una naranja que olvidó la primavera y viene a encontrarse con una tierra de inviernos.
Todo esto -y todo es una partícula de lo Sublime-

tras escuchar la Resurrección, de Mahler.

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