jueves, 25 de abril de 2013


A la caída
Para Estrella

Bebimos el vino, la cerveza y el licor antes de sumergirnos en un oleaje que no entendimos. “De noche, los cuerpos desnudos brillan en el mar”, prometiste. Pero ante el resplandor perdí tu mano y tú mis dedos; nos fuimos quedando dormidos en la lentitud de la sal, con las palabras de la noche y los sordos llamados de auxilio; vestida de blanco, desnuda de cuerpo. Incienso de luna libre. Suave piel blanca anclada a las arrugas de la misma muerte. ¿Quién dijo muerte? Sólo dos luceros hermosos, fugaces. Y los gritos de terror –naturales– al ahogarnos.



Miguel León-Govea

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