Tarde
y el cielo, madre.
Muchos colores intuyen tu presencia
buscando cazar antiguos antílopes
/en mis ojos.
Y el cielo, madre,
espinas o parvadas de inicios
para entrar en la muerte.
Mirar es lo último.
El dolor se levanta con el viento.
Madre, perdona que te nombre
en este alumbramiento.
Cada cuenta del rosario es una injuria
del mismo color repetido,
como dios en tu seno.
Dame de beber la noche
con la débil luz
que mana tu pecho.